Gonzalo Frías es un atleta argentino, que posee una conexión especial con la dura carrera de ultrafondo brasileña BR135+. Algunos datos de este atleta: Fue el primer argentino en completarla y es el argentino que más veces ha sido finisher. También es el atleta latinoamericano (no brasileño) que más veces ha completado la carrera de forma consecutiva.
La historia de Gonzalo en esta durísima ultra de 217km merece ser contada, por eso hoy les presentamos el cuarto y último capítulo, de estas crónicas, con todo lo que ha vivido este atleta argentino en todas las ediciones, de la BR135+, en las que ha participado.
Por: Gonzalo Frias.
CAPITULO CUATRO – AÑO 2011.
EL FINAL DE UNA GRAN AVENTURA
Es el mes de enero del año 2011 y mi cuarta participación en esta prueba tan importante en el calendario de carreras extremas en Sudamérica y el mundo. La he naturalizado tanto que a veces pierdo conciencia de lo que ha significado tomar parte y finalizar cada uno de estos retos renovados año a año. Ya todo me resulta familiar: Las terribles e interminables cuestas a lo largo de un inacabable recorrido de más de 200 kilómetros; la hospitalidad de los organizadores, los colaboradores voluntarios, los médicos asistentes y los corredores locales con varias de los cuales ya he trabado una hermosa amistad y confraternidad atlética.
Cuando arribo al lugar de la carrera, la pregunta de todos los que me conocen resulta inevitable:
-Gonzalo, ésta es tu última Brasil 135 millas? Y la respuesta surge un poco forzada, un poco dubitativa, un poco lastimosa: – Sí, creo que sí…
Para este año tendré el gran honor de contar como mi pacer con una joven promesa del atletismo de fondo y trail de Brasil. Su nombre es Itamar Goes. Su aspecto puede definirlo como una mezcla de maratonista de gran fortaleza física con el de una persona intelectual, siempre con sus lentes y con una voz tranquila, pausada, reflexiva. Para esa fecha nunca me imaginé que tendría el placer de compartir buena parte del duro recorrido de la travesía con quien se terminaría convirtiendo en uno de los principales animadores de la prueba en años posteriores y en uno de los más destacados corredores de resistencia y trail running de Brasil. Pero además de las excepcionales condiciones atléticas de Itamar, él es la persona indicada para convertirse en ladero de un reto tan excepcional: Tiene una vocación permanente para dar consejos en plena carrera, siempre a modo de sugerencia para no parecer imperativo y para que yo como corredor no sienta que se trata de una sugerencia que, según el modo de transmitirlo, en circunstancias límite como las de la carrera, puede ser interpretada como una imposición más que como un simple asesoramiento.
Como si fuera poco, Tuim Andre Souza Alvim continúa formando parte de mi equipo como motorista y como masajista por lo que son muy buenas las perspectivas de poder alcanzar mi tercer finisher consecutivo en la carrera e incluso poder lograr la mejor marca personal de todas las ediciones corridas.
Otro de los datos importantes de esta carrera es que Susana Segurel, la primera ultramaratonista mujer de Argentina en participar de este evento, tras no poder completar la totalidad de su recorrido el año pasado, vuelve a la carga con serias intenciones de convertirse en la primera argentina en ingresar al olimpo de los finishers de la Brazil 135 miles. Para ello, Susana cuenta para esta edición con su propio equipo y como pacer con una atleta local de muy buen nivel, quien en la edición pasada había compartido conmigo parte del equipo de asistencia.
En la línea de largada estará por primera vez el ultramaratonista alemán nacionalizado costarricense, Kurt Lindermueller, con muy buenos antecedentes, que puede marcar un hito en la historia de la prueba si logra convertirse en el primer ganador de una carrera que desde su primera edición ha tenido el dominio apabullante de los atletas locales.
No será nada fácil el cometido para el corredor alemán-costarricense porque para acceder al primer lugar del podio antes deberá vencer a los locales Adilson Ligeirinho, Aureo Adriano y Ariovaldo Branco, los dos primeros, ganadores de distintas ediciones de esta competencia.
Además, entre los atletas extranjeros, se encuentran nuevamente en la línea de salida, el español radicado en México, Joan Vila, que este año va por la revancha para poder acabar los complicados 217 kilómetros (que finalmente consiguió) y los estadounidenses Jarom Thurston; Anthony Portera y el debutante Chris Roman. En la edición pasada, los tuve a tiro a los dos primeros junto a su compatriota Kenneth Posner y se me escaparon por poco. Este año me he propuesto superarlos.
Debido a los reiterados problemas de ampollas, en esta edición elaboro una estrategia diferente consistente en encintarme todos los dedos y buena parte de la superficie de ambos pies. Con ello busco adelantarme a la aparición de esta pesadilla del año pasado o, por lo menos, retrasar y atenuar lo más posible los efectos y la magnitud de las mismas.
Como estrategia de carrera, he elegido salir a un ritmo más rápido respecto del que empleaba para iniciar las ediciones anteriores. Me ayudará para ello un doble conocimiento del circuito: El conocimiento personal por ser mi cuarta participación en un trayecto que ha variado poco con el correr de los años y el conocimiento de mi pacer, Itamar Goes, por ser un atleta local acostumbrado a entrenar en este circuito. Ello también genera mayor tranquilidad para mí lo que representa poder enfocarme mejor en mi ritmo de carrera al no estar tan pendiente de la orientación en el recorrido.
Recuerdo haber atravesado por momentos de mucho calor, recuerdo los increíbles consejos de mi ladero Itamar, diciéndome por ejemplo “Gonzalo, pisa los charcos”. -Por qué? Lo inquirí brevemente. -Porque vas a sentir un leve alivio de frescor en tus pies. Itamar tenía mucha razón: Cada vez que pisaba un charco era como aplicarme algo fresco en mi cuerpo sintiendo automáticamente una sensación de alivio importante.
Cuando llegó la noche, como lo hice en carreras anteriores, automáticamente disminuí la marcha y comencé a caminar. En ese momento, emergió nuevamente el consejo de este sabio joven atleta: “Gonzalo, tienes que correr además de caminar. Si lo haces, estarás con muchas chances de mejorar tus tiempos”. Recuerdo nítidamente cómo me molesté en ese momento con este joven atrevido que me llenaba de tantos consejos. Luego, cuando fui cambiando la caminata por trote y corrida, pensé: “Una vez más Itamar tiene razón”.
Superado el meridiano de la carrera, en una de las tantas subidas interminables, diviso tres figuras delante nuestro caminando y trotando con bastante dificultad. “Era el trío de corredores norteamericanos”. Decidí entonces con Itamar aumentar el ritmo de la marcha hasta alcanzarlos y sobrepasarlos a los tres en plena pendiente.
Al llegar a la Ciudad de Ouro Fino, en plena noche y en la más absoluta soledad, a la altura del kilómetro 109 de la competencia, comenzaron los calambres y las terribles contracturas en mis piernas. Recuerdo que se acercó a nosotros con un sesgo de preocupación en su rostro, el organizador de la carrera, Mario Lacerda quien muy amablemente me preguntó cómo estaba y si necesitaba algo. Para colmo de males, paré para cenar y cuando quise pararme, los dolores se acrecentaron a gran escala. En ese momento, apareció “la figura salvadora” del gran masajista del team, Tuim Andre Souza Alves. Cuando terminó sus maniobras regenerativas en mis maltrechas piernas, los resultados fueron increíbles: habían cedido gran parte de las molestias y, con ello, mi preocupación para poder seguir en competencia.
A partir de ese tramo, comencé a enhebrar una seguidilla impresionante de kilómetros los que incluso por momentos hacía corriendo. A esa altura de la travesía habían comenzado a manifestarse algunas ampollas aunque no con el dramatismo de la edición anterior en que casi se decreta mi abandono por los terribles dolores en mis pies.
Mi paso era muy firme. Recuerdo que algunos tramos los hacía no ya trotando sino corriendo a buen ritmo. Ni yo lo podía creer. Concluyo que además de sentirme bien físicamente, ese ritmo tenía que ver con la despedida de esta prueba: debía de ser a toda orquesta. Era importante superar mi propio récord personal, debía ser el broche de oro de cuatro años muy intensos, cargados de adrenalina, emociones, frustraciones (en la primera edición cuando quedé a las puertas de la llegada) confraternidad, amistad. Me iba con mis alforjas llenas, de emotivos recuerdos y de grandes amigos.
En dicho tramo, acometo una subida, me sentía imparable, al punto de no recordar cuántas veces en mi vida habré afrontado una pendiente tan larga como esa con tanto ímpetu. Fue justo allí que me encontré con Susana Segurel, la atleta argentina. Estaba sufriendo el famoso “muro”, pero en una ultramaratón. Emparejé su línea de marcha y comencé a decirle: “Susana, te falta el último tramo por recorrer, ya has hecho 4 maratones de 42 kilómetros. Te queda la última maratón” y la asistí con algunas de las provisiones que llevaba en mi riñonera porque las de ella se habían agotado. Luego, continué mi camino y le deseé mucha suerte a mi compatriota (Susana, horas más tarde, se convertiría en la primera argentina en la historia de la prueba en finalizar la competencia).
Mientras tanto, en la punta, el alemán Lindermueller hacía historia venciendo a todos los candidatos locales para convertirse en el primer extranjero en ganar tan dura prueba.
Con Itamar pasamos Estiva, en el kilómetro 176. Casi ni descansamos. Entre la ansiedad por terminar y la posibilidad de mejorar todos mis anteriores tiempos, estábamos decididos a enfilar hacia la meta en Paraisópolis a gran ritmo hasta que lo imprevisto sucedió: de repente comencé a sentir un gran dolor en el tobillo de una de mis piernas lo cual me preocupó muchísimo porque podría tratarse del anuncio de un esguince. Le pedí a Itamar que paráramos un poco y comencé a caminar en lugar de trotar. Todavía faltaban algunos kilómetros y la incertidumbre crecía. Constaté que, por lo menos, podía caminar. Pero como todo en estas pruebas es mental, cuando Itamar me dijo que se divisaba la meta en Paraisópolis, mágicamente el dolor desapareció y comenzamos a correr los dos juntos abrazados hacia la meta. Fue un final emocionante hasta las lágrimas para los dos y un recuerdo imborrable. Era el final del final. Era llegar a meta en esa carrera, pero también era llegar al final de un ciclo de mi vida que fue muy intenso y gratificante, irrepetible por los paisajes y personajes tan singulares que había conocido a lo largo de las cuatro ediciones.
Epílogo: Todos estos grandes momentos no hubieran sido posibles de disfrutar sin el apoyo de mi esposa (mi pacer en la primera edición), mi gran equipo de pacers, motorista y masajista que tuve en cada edición; la hospitalidad de toda la organización encabezada por su Director Mario Lacerda, y los voluntarios de la prueba; mi equipo de médicos y profesionales del Instituto Deporte y Salud de la Doctora Patricia Sangenis, que siempre me testearon y prepararon para cada una de mis participaciones y sin Dios que me acompañó en tantos años de este tremendo desafío.
.
.
Agradecemos a Gonzalo por compartir sus vivencias con nosotros y por colaborar para que espiritulibre.com.es siga vivo.
Si te ha gustado este post y quieres apoyarnos para seguir creando contenido, pincha en el siguiente link y ayúdanos a mantener esta web funcionando